Las viviendas del siglo XXI se construyen en fábricas

24 abril 2022

Aunque en la actualidad solo el 1 % de las viviendas se producen en fábricas, el modelo de construcción industrializada está llamado a sustituir al de obra tradicional, lo que supondrá el salto a la modernización de uno de los sectores que más se resiste al cambio en España.

La necesidad de cumplir en los próximos años con las exigencias europeas de sostenibilidad y las ventajas que ofrece este modelo a las promotoras residenciales, en cuanto a reducción de plazos y rotación de activos, apuntan a un avance imparable y a que España incluso podría convertirse en un clúster que exporte este tipo de construcciones a Europa.

Esa es la aspiración de constructoras como Bauen, que tras 34 años de actividad creó en 2019 en Toledo la planta más grande del país de construcción industrializada en tres dimensiones, en la que se fabrican módulos para hacer viviendas y también otro tipo de edificaciones, como colegios, hospitales y residencias.

De ella sale terminada el 80 % de la casa -la estructura con las habitaciones, el suelo, las instalaciones eléctricas y de fontanería, los baños y las cocinas- en módulos que luego se ensamblan y se terminan en la obra.

APROVECHAR LOS FONDOS EUROPEOS

«Se parece a un astillero, es como construir un barco», señala el director general de Bauen, Jorge Perelli, en una visita a esta fábrica de 12.000 metros cuadrados de su filial Neoblock, con capacidad para construir al año unas 200 viviendas de 125 metros cuadrados cada con un solo turno de trabajo.

En ella los plazos se acortan a la mitad y una promoción residencial que tarda en construirse 18 o 24 meses por el método tradicional puede hacerla en nueve y doce meses, respectivamente, porque a la vez que se está haciendo el bajo rasante de la urbanización en obra se está fabricando el sobre rasante.

Una vez terminadas ambas partes y transportados los módulos a la obra, el proceso para rematar las viviendas dura entre seis y ocho semanas.

«Echo de menos que no haya más proyectos por parte de las administraciones públicas, porque creo que hay una oportunidad de oro con los fondos europeos para construir más fabricas, hacer más promociones, reindustrializar zonas de España despobladas y exportar este tipo de construcciones a Europa», explica Jorge Perelli a Efe.

Entre las «muchas ventajas» de la construcción industrializada, Perelli destaca la mayor calidad del producto y las mejores condiciones laborales: «al trabajar en un entorno más controlado es mucho más fácil asegurar la calidad, aquí trabajamos al milímetro, no al centímetro como en las obras tradicionales, y el entorno de trabajo es mucho más amigable, los operarios tienen menos riesgos laborales y trabajan mejor».

Para la empresa, la reducción de los tiempos de ejecución conlleva además «menos riesgos de huelgas, de subidas de precios y caídas de mercado y hace que tengas mayor rentabilidad», añade el también presidente ejecutivo del grupo de ingeniería y construcción Retineo.

EL PAPEL DE LAS PROMOTORAS

Para impulsar este modelo de construcción nació hace año y medio la Plataforma para la Industrialización de Viviendas (PIV), que agrupa a medio centenar de promotoras, constructoras, despachos de arquitectos, equipos jurídicos, fabricantes de materiales, firmas de ingeniería, entidades administrativas y empresas de formación.

Auspiciada por la patronal madrileña Asprima, forman parte de ella promotoras como Aedas Homes, Neinor Homes y Kronos Homes, constructoras como ACR, Arpada y Grupo Ortiz y empresas de componentes como Bosch, Schneider y Butech.

Aedas Homes, promotora residencial que cotiza en bolsa desde 2017, trabaja ya con el objetivo de que al menos el 25 % de las viviendas que entregue a partir de 2023 sean totalmente industrializadas o tengan algún componente industrializado.

Su delegado de Industrialización, José María Quirós, recuerda que la compañía, cuyo principal accionista es el fondo estadounidense Castlelake, empezó a apostar por este modelo en 2018, cuando vio que el «grave problema» del déficit de mano de obra le impediría atender su volumen de entregas.

«Por otro lado, teníamos la necesidad de dar certidumbre a nuestras inversiones y la mejor manera era reducir los plazos. Eso mejora enormemente la rotación de nuestros activos y nos expone mucho menos a los ciclos inflacionistas como el que ahora mismo estamos», apunta Quirós.

A su juicio, la necesidad de mejorar la sostenibilidad de las obras, donde se generan el 54 % de los residuos de Europa y la mayor parte de la emisión de gases de efecto invernadero, hace obligatoria esta apuesta.

EL INMOBILISMO DEL SECTOR

Entretanto, el pasado noviembre, Avintia y Cemex abrían finalmente su planta de construcción industrializada en Aranda de Duero (Burgos), con 4.000 metros cuadrados y capacidad para producir 1.000 viviendas al año.

También la firma The Prototipo Company (TPC), participada al 50 % por Urbania y Alibérico, cuenta con una fábrica de 6.000 metros cuadrados en Móstoles (Madrid), donde cada semana se producen hasta cien unidades de baños industrializados, destinados a pisos de alquiler, residencias, hoteles y hospitales.

«Los inversores tienen que ver la oportunidad que tienen de industrializar el sector», defendía Quirós esta semana en la presentación del «Diccionario de industrialización de la vivienda», donde las empresas más punteras pusieron de manifiesto las resistencias a innovar de diseñadores, ingenierías y operarios de obra.

Para el director técnico de Urbania, Javier López, el sector de la construcción «es tradicionalmente inmobilista, se aferra a lo que se ha hecho siempre, así que el promotor debe dar las herramientas para que se pueda producir el cambio de chip y también las administraciones deberían ayudar un poco».

«O modificamos los procesos y los hacemos más industriales o estamos abocados a que nuestro sector desaparezca», sentenciaba el director general de Ávit-A (compañía de construcción industrializada del grupo Avintia), José Ignacio Esteban, entre los convencidos de que la industria de la construcción no puede seguir procesos del siglo XVIII en una sociedad del siglo XXI.EFE

Fuente: La Vanguardia